Hoy, día 21 de diciembre de 2012, se suponía que sería el fin del mundo y no, no lo parece. El cielo está despejado, los pájaros cantan y las temperaturas son las esperadas. No veo ningún Jinete del Apocalipsis en los cielos ni una vasta lluvia de meteoritos. Tampoco observo a un conjunto de dioses juzgándome por mis hazañas como humano.
La verdad es que desde que me enteré de ésto lo he estado esperando con mucho deseo, la vida casi nunca tiene sentido, ¿y qué hay mejor que vivir en primera persona un apocalipsis o un caos mundial?
Aunque conforme iban pasando los días mi personal espera por este día iba desvaneciendo. Anoche ni siquiera me acosté con ganas de que ocurriera nada, ni me despedí de todo lo que tenía que despedirme.
Son tonterías la verdad, el mundo no se va a portar tan bien con nosotros haciendo que desaparezcamos de pronto una mañana, ni una tarde...y seguramente tampoco una noche.
La vida es un camino duro y espinoso en el que hay que correr, no andar ni sentarse, correr rápidamente para ver que hay detrás de esa piedra que ya vemos, y cuando lleguemos ahí seguir corriendo para ver lo que nos deparará el siguiente tramo del camino, corriendo como nunca lo hemos hecho para contemplar cuanto mayor camino mejor.
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