Una vez me sumergí en el incréible mundo de tu mirada, y no quise salir de él.
Era todo precioso y agradable, el simple hecho de pensar que estaba ahí me llenaba de felicidad, pero no quise darme cuenta de que mis pies a cada paso que daban lo ensuciaban con mi barro.
Quizás sea yo el enfermo de desamor.
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Burbujea pues...