A veces una persona debe dejar en un armario esas fotos sin observar, esos versos sin pronunciar, esas miradas sin hallar, esos escritos sin enseñar, esos abrazos sin dar, esos besos sin humedad, esas caricias sin realizar, esos regalos sin entregar... todo dentro de ese armario, cerrado a cal y canto.
Ese armario que guarda millones de sentimientos y de momentos, paladares llenos y miradas sinceras, la luz de tus ojos y el sonido de tus labios. Todo tras esa cerradura cuyo único cometido es que nunca más vuelvan a ver la luz. No es fácil y nunca lo será, ni para mí ni para nadie. Nunca sabremos si el maloliente y putrefacto polvo que se esconde en los rincones del alma será la mejor compañía para todo lo que hemos vivido, la vida es así de injusta a veces.
Todos tenemos ese armario donde protegemos lo más profundo de nuestras vidas, ese armario que es nuestro alma.
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