El sol se deja caer por la falda de la sierra
y se arregla la tierra otra vez, el pelo se suelta;
se pone coqueta pa seducir al atardecer
y follar con él hasta que éste muera.
La noche se asoma desnuda al balcón del cielo, y, en la cuerda
de tender sus velos, cuelga a la luna, pero sólo a medias.
Y, a la vez que la peina y esparce su olor, despierta a las estrellas,
que duermen en su colchón a pierna suelta.
Y con los trinos de la oscuridad se me va entonando el cuerpo.
Ya queda menos pa verla llegar; pa tocarnos queda menos.
Se excita el suelo al sentir su caminar y a mi me llega su aroma,
y el salío viento, que la acaba de soñar, para rozarla se asoma.
Y llega a mi altura. Y con la luz de su mirada, en na y menos, me ciego.
Y me pego a su locura. Y el infierno de su boca pa mis labios es el cielo
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