Esta pasada noche mi demonio onírico me despertó como cada noche, en la oscuridad únicamente era consciente del calor que desprendía, hasta hace poco fría, la habitación. Sumergido en las fauces del miedo, mi mente solo me hacía ver una horrible realidad, la muerte me observaba con sus rojos y oscuros ojos sin atisbo de pupila o alma. El sudor me empapaba y mi incomodidad no cesaba de aumentar pese a encontrarme en mi nido de caricias que tantas noches agradables me había dado.
Al principio, antes de ver a mi aterrador acompañante, solo recordaba ver una inmensa carretera oscura e infinita donde me situaba al volante de algún extraño aparato propio de otros mundos o realidades, bajo la mirada de una suave melodía me encontraba con el fin de ese camino, un infranqueable muro de penetrante mirada me recibía en sus brazos.
Eso dejó de ocurrir cuando me encontré en una extraña casa propia de cualquier largometraje de terror. Una agradable charla fluía de la intensa relación de tres jóvenes hasta que apareció en presencia esa oscura ente, fue entonces cuando tras ver la fría mirada que mantenía empujé a la joven y simpática Enma que caía por la barandilla al vacío, ni siquiera el intento de esconderme tras el muro pudo conseguir que apartara la mirada viendo como su cuerpo de desparramaba por todo el patio tras caer por mis manos.
Sería poco más de la 1 de la madrugada, pronto para tener una pesadilla pensé.
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