Llevo unos días en el pueblo y guardando unas cosas en el trastero se ha caído ante mí una bolsa, al abrirla he visto una vieja caja que he reconocido a la primera y, aunque sabía que no debía, la he abierto.
Una caja de recuerdos que al abrirla me ha mostrado un escrito, una carta hecha pedazos reconstruida a base de celo, unas líneas de despedida que me han evocado a ese mismo momento el cual la recibí y la rompiste delante de mí para que no la leyera, pero lo hice. Una epístola donde se intentaba poner punto final a una relación bonita pero con problemas y siendo sincero debo decir que he sonreído, lo he visto años después con mucha nostalgia y me ha encantado ver lo que la caja contenía
Esa caja estaba llena de recuerdos, como aquel tarro de miel de una de esas canciones que tanto me recuerdan a ti, una caja llena de fotos, misivas de amor, regalos y mil detalles, tu carnet del instituto, unas bragas que me regalaste porque me encantaban (aunque la que de verdad me encantaba eras tú) y hasta un mechón de tu pelo que me regalaste cuando te cortaste la melena. Muchos detalles y mil sonrisas guardadas en tan poco espacio.
Y te juro que lo he disfrutado todo con una sonrisa y me he preguntado qué sería de ti, hace mucho que no sé nada y creo que hasta me daría cosa encontrarme contigo, pero a la vez me gustaría saber si has cumplido tus sueños, tus objetivos, si estás dando clase, viviendo aquí o en el extranjero, quién sabe. Lo que sí sé seguro es que te va bien porque siempre te has esforzado y te lo mereces.
Puede que no sea correcto escribir esto y perdóname si te sientes incómoda con ello, pero es lo que me apetecía tras disfrutar de ese baúl de los recuerdos. No sé dónde vives ni qué es de tu vida, ni donde trabajas o si te has tintado el pelo, pero sí lees esto...
Un beso de miel bandida.
Por ese tarro de miel donde somos lo que siempre fuimos.
La caja de madera con el sol grabado, o la libreta de cuadros de colores que ahora es recetario, o incluso una camiseta con cierto personaje entrañable; a veces, el pasado vuelve como una tenue ráfaga de viento tibio que es arrastrada por la trivialidad de las cosas mundanas. Uno se acostumbra, ella supone, al recuerdo, y hasta aprende a disfrutarlo. El amargor y la rabia se convierten en pena, y la nostalgia por los buenos momentos lo tiñe todo, hasta lo que no debería, de un tono dorado, dulce como la miel, mítico; y uno se sonríe.
ResponderEliminar¿Dónde estará? ¿Qué hará? Un café no haría tanto daño. Sería ridículo. Ridícula es esta inopia. Mejor así. Mejor así. La vida sigue. Es feliz, a ratos, como todos; más que nunca, eso es cierto, pero aun lucha duro por su porvenir. La quieren, y ella quiere. Mucho. Y se acuerda, con nostalgia también. A veces. Esas veces acaba pensando en lo cruel que es la memoria, cómo miente, cómo engaña. No se engaña: sería ridículo. Ya no sabe quién es él, y ella dejó de ser la misma hace mucho. Ojalá él también sea feliz. Eso es todo.
Aun así, a veces, vuelve a pecar de curiosa al encontrarse leyendo sobre la nostalgia, por ser la fecha que es; casualidades, casualidades. Y, consciente de su imprudencia, envía una ráfaga de viento, ya no tenue sino estridente, que llena ese rincón de eco: feliz cuarto de siglo.
Mentiría si dijera que no he pensado en tomar un café, para ponernos al día, dudo mucho que haga daño alguno, luego lo pienso más y creo que es mejor así. ¿pero mejor qué?, ¿no saber nada? Lo pienso mejor y vuelvo a creer que es una tontería no hacerlo, y el tiempo pasa, y cuanto más tiempo pasa menos sentido tiene hacerlo, y a su vez más sentido tiene también el hacerlo, no sé.
EliminarYo también quiero y quise, aunque a ratos y siempre menos que él pero de una forma mejor, diferente. Intenté aprender de sus errores, él no era perfecto pero me enseñó mucho, sobre todo a conseguir ser mi yo actual, sea bueno o malo. El aroma a fracaso sigue detrás de mí, y de él, pero han sido años de risas, llantos, viajes, nueva gente y nuevos hobbys, y también nuevas ciudades y nuevas oportunidades.
Él hace mucho que murió, quizá un día hace muchos años y a mí me costó aprender a vivir sin él. La vida es una serie de viajes y no siempre haces la mejor maleta, a veces sobran cosas y otras te las dejas en casa, en este caso yo me dejé algunas cosas en él, otras sí me las pude llevar.
No me esperaba que te acordaras de esa fecha después de tanto tiempo, te lo agradezco y aprovecho ahora para felicitarte, que aunque con meses de retraso todavía recuerdo tu día, siendo el día del beso es difícil de olvidar.
Si algún día lees esta respuesta que sepas que me alegra saber de ti.
Ente anónima, un fuerte abrazo.