Tengo vértigo de las miradas cálidas, de los tiempos completos y de las noches sin oscuridad, tengo miedo del olor de la brisas, del sentimiento de las caricias y de los besos enfermizos.
Desde mi cama, escondida en la profundidad de la noche, no le tengo miedo a nada, ni vértigo ni escalofríos.
En mi cama solamente me siento vacío y sumiso ante mi mente, víctima de las cuerdas del desasosiego y de las cadenas de la soledad.
En la noche, acostado en mi cama, admito que te echo de menos como podría desear una misera gota de agua tras varios días en el desierto, mis ojos se abren entre las sombras para buscarte y son mis manos las que rebuscan incesantemente entre las sábanas esperando palpar un simple roce de tu piel.
El palpitar de tu sonrisa es buscado locamente por la inestabilidad de la mía, y tu silueta humeante aparece entre los hilos de lo que llamo mente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Burbujea pues...