"[...]
Una fantástica brisa de intimidad y un tornado imparable de risas, miradas y sonrisas.
Mi mejor noche y mi mejor despertar [...]"
Así describía la felicidad que me embargaba, simples palabras que, aunque para nadie significaría nada, a mí me daban un mundo donde vivir en armonía. Recuerdo esa naturalidad y hace que me sonría a mi mismo por haberlo sentido.
Cada noche en la cama, cuando todos (o nadie) creen que duermo, estiro mis brazos hacía esa "nada" que duerme conmigo, ese vacío que me arropa al acostarme y que me hace sentir caer.
Es en ese preciso instante cuando extraño a aquellos abrazos, caricias y susurros, que a pesar de no haber dormido bajo mis mantas sí que muchas veces han compartido mis noches. Y es, además, en ese mismo momento cuando deseo encontrarme con aquél lienzo de suave piel donde escribir mil poemas para luego dibujar maravillas entre lunares.
Pero supongo que es normal.
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