viernes, 9 de junio de 2017

Ella y no otra

El amor es así, a veces estamos pendientes de alguien que resulta no ser la persona adecuada y no nos damos cuenta de que "ella" puede aparecer en cualquier momento sin esperarlo. Muchas veces llegamos a un sitio con una idea preconcebida que nunca llega. Cuando estamos desesperados y deprimidos es cuando llega ella, con su tímida sonrisa y su oscura mirada...

Cuando me acerqué a pedir la primera copa a la barra la vi, hacia tiempo que no nos veíamos por lo que acompañaron un par de besos y un cálido abrazo.
La noche pasó como pasan las noches de fiesta, no le di importancia a ese encuentro y seguí pasándolo bien sin fijarme en exceso en ella, pero sí en otras. A ella, pese a estar desde hace tiempo en mi cabeza siempre la di por inalcanzable -tonto de mí-.

Las horas iban pasando y cuando la noche ya estaba sentenciada, aburrido y porqué no decir que estaba hasta los cojones de tanta música denigrante, regresaba ella de mi olvido. Hacia tiempo que no era prioridad en mi cabeza cuando me sacó a bailar y yo sin esperarlo, y menos de ella, me defendí con la estúpida escusa de no saber bailar. A ella eso no le importó, siguió arrastrando de mi hacia el centro de la pista de baile donde nos cogimos de las manos y empezamos a improvisar -nunca olvidaré ese tacto-. Bailamos como un par de patos enamorados, a ella tampoco le gustaba bailar y aún menos esa música de fondo, muy torpes pero con muchas ganas y siempre con unas risas acompañando los pasos -y que sonrisa la suya, no me la puedo quitar de la cabeza-.

Cuando la conocí lo primero en lo que me fijé fue en su sonrisa y en sus labios, pero sobre todo me llamó la atención su intensa mirada, una mirada que atrapa y obliga a no parpadear nunca, a no perder ni un segundo fuera de esas pupilas -ojala vivir ahí-. Seguimos bailando como dos quinceañeros, tonteando y entre risas, y roces, se intercalaba alguna pregunta personal.

Compartimos una charla sobre música -encima los mismos gustos- y embobado por su presencia, o por las copas de más, me lancé a preguntarle por el tatuaje de su brazo. El momento dio un giro inesperado y tras una breve explicación me enseña un tatuaje en su espalda, escondido casi en su totalidad por aquel vestido verde. Me cuenta al oido que sobrepasa los límites de su cintura y con mis dedos dibujo lo que mis ojos no pueden ver. No sé qué era exactamente aquel tatuaje, tampoco me importaba, mi mente y mis manos estaban en otro sitio, en su cuerpo, acariciando su suave piel desde su nuca hasta más allá de su cadera.

Hablamos de un tercer tatuaje y de otro futuro mientras me agarra y se acerca a mí, pegamos nuestros cuerpos y ellos por su cuenta bailan al mismo son, son uno -pero que ganas de besarla...-. Seguimos bailando tímida y de manera totalmente inocente, pero de una manera muy fluida. En el ambiente se palpa algo extraño. Puede que el alcohol jugara a nuestro favor o que mi cabeza se inventara algo que no pasó, pero no, sé que no fue un baile común ni una triste conversión de unos jóvenes que se veían por primera vez en una discoteca. Eramos nosotros depués de mucho tiempo, era ella y no otra.

 El tiempo se paró durante unos instantes para que nuestra despedida tuviera un sabor diferente, yo me alejaba pero nuestras manos no querian separarse...

Prometida y 10 años, aunque entre risas le echaba pocos más que yo.
¿Estoy enamorado?, puede ser, hacia mucho tiempo que nadie me hacia sentir así.

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